sábado, mayo 21, 2016

Te Daría el Mundo

Para mi cumpleaños mi madre me suele preguntar que qué me hace ilusión tener. Muchas veces le digo que me da igual, que elija ella, pero este año le pedí un libro que tenía muchas ganas de leer. Desgraciadamente no lo encontramos por ninguna parte en castellano (terminé comprándomelo en inglés), así que tuve que elegir una alternativa y al ver Te Daría el Mundo en la estantería de la librería, y recordar que había visto una crítica muy buena de una booktuber de la cual me suelo fiar, no me lo pensé dos veces y lo cogí. Sin duda, no podía haber escogido mejor.

Hay veces que, nada más leer las primeras líneas, ya sabes que te encuentras ante un libro muy especial. Te Daría el Mundo de Jandy Nelson es uno de esos libros, y por eso sé que mi reseña no le va a hacer ningún tipo de justicia, porque está escrito de una manera que, más que leerlo, lo sientes, y eso es algo que no se puede plasmar con meras palabras. De todas formas, vamos a intentarlo.

Te Daría el Mundo nos cuenta la historia de Noah y Jude, dos hermanos mellizos (chico y chica) que son inseparables. Cuando tienen trece años, su madre decide que deberían cursar sus años de instituto en la Escuela de Arte de California, y es entonces cuando el vínculo entre ellos dos empieza a resquebrajarse. Los celos, la rivalidad y la inseguridad sobre su propio talento hacen tanta mella en ellos que para cuando tienen dieciséis, ya no se hablan, por varios otros motivos que se van desvelando a medida que avanza la historia.

El libro intercala capítulos narrados por Noah, cuando tienen trece años, y Jude, cuando tienen dieciséis. Muchas cosas han pasado en esos tres años que les han alejado el uno del otro, y que les han cambiado como personas, ya que son todo lo opuesto a lo que eran antes. Noah, que era el chico "rarito" que vivía en su propia mente, que vivía para el arte y que se moría por los huesos de su nuevo vecino Brian, ahora va al instituto normal, tiene colegas deportistas, sale con chicas y no ha vuelto a dibujar. Jude, que era la chica popular, a la que le encantaba coquetear con chicos, la chica simpática y enrollada a la que todo el mundo admiraba, ahora se esconde bajo varias capas de ropa, habla con su abuela muerta, ha decidido que se acabaron los chicos, está convencida de que su madre le está saboteando todas sus creaciones porque no le perdona lo que hizo, y acaba de encontrarse con Oscar, un chico muy particular que asegura que su destino era conocerla a ella.

Se trata de una historia juvenil sobre el crecimiento personal de dos niños que se ven enfrentados a una serie de circunstancias que cambian toda la percepción que tenían de la vida y del mundo y que les moldean como personas a medida que se van acercando a la edad adulta. A priori para alguien de mi edad no debería resultar especialmente interesante leer sobre dos críos pero está escrito de una forma que es imposible no enamorarte de los personajes; jamás pensé que podría sufrir y emocionarme tanto por la historia de amor entre un chaval de trece años y otro de catorce, pero es que la historia te atrapa de una forma que desearías poder vivir dentro de ella.

Jandy Nelson tiene una manera de narrar absolutamente indescriptible; sus metáforas, sus símiles, la forma cómo enlaza todo a través de la óptica del arte te deja sin aliento. Alterna muy bien los dos puntos de vista, ambos necesarios porque tanto Noah como Jude tienen una parte de la información y necesitas saber la versión de los dos para entender la historia completa, y la autora consigue hilarte la trama de los dos de una forma maravillosa, hasta que llegas al final y te das cuenta de que todos los personajes que has conocido a lo largo del libro están conectados entre sí aunque no lo pareciera al principio y de esta manera todo cobra sentido. Lo mismo se puede decir del momento en el que entiendes por qué el libro se llama así.

En mi opinión, y creo que en esto coincide casi todo el mundo, los capítulos de Noah y su museo invisible son los más entretenidos, su romance con Brian es probablemente lo mejor del libro, y son capítulos muy largos así que cuando cambia de hermano tienes que apechugar durante muchas y muchas páginas hasta que vuelve a tocarle a él, pero como decía la versión de Jude, con sus rarezas, sus supersticiones, sus cebollas en los bolsillos y sus conversaciones con el fantasma de su abuela son necesarias para que los dos caminos converjan. Además, la relación de Jude y Oscar también es preciosa, y Nelson tiene mucho arte para contarte dos romances de esos que solo pueden existir en los libros pero sin hacerlos cursis en ningún momento.

Es un libro sobre amor fraternal, sobre amor romántico, sobre amistad, sobre los obstáculos que te encuentras por el camino, sobre el dolor, sobre las expectativas que ponen sobre nosotros nuestros padres y la presión de cumplirlas al tiempo de crecer con nuestra propia identidad, sobre el sentimiento de culpa, pero sobre todo es un libro sobre el duelo y cómo una pérdida importante, especialmente cuando eres joven y todavía no comprendes del todo lo cruel que puede llegar a ser la vida, puede cambiarlo todo en un abrir y cerrar de ojos. Una historia, al fin y al cabo, que nos dice lo importante que es la gente a nuestro alrededor para seguir adelante y que demuestra que el mundo está lleno de belleza siempre y cuando abramos los ojos lo suficiente como para verla.

O puede que las personas estén hechas de muchas personalidades distintas. A lo mejor estamos siempre acumulando nuevos yoes. Sumando personalidades a medida que tomamos decisiones, buenas y malas, que metemos la pata o progresamos, que perdemos la cabeza y recuperamos el sentido, que nos hundimos, nos enamoramos, lloramos a un ser querido, crecemos, nos apartamos del mundo o lo agarramos por los cuernos, a medida que creamos cosas y las destruimos. Y cada nuevo yo se encarama a los hombros del anterior, hasta que acabamos convertidos en una inestable torre humana.

Hay muchos escritores con talento en el mundo pero, de verdad, el estilo de Jandy Nelson va mucho más allá. No son palabras, no son frases, es pura magia en todas y cada una de las páginas de este libro. Me siento afortunada nada más que por el hecho de haber tenido la oportunidad de leerlo, hacerlo me ha recordado que leer es una de las cosas más maravillosas de este mundo, y sé que es un libro que recordaré con cariño durante toda mi vida.

Nota: 9.5