domingo, agosto 27, 2017

El Fuego en el que Ardo

Óscar es un adolescente de dieciséis años que vive un infierno desde que sus compañeros de clase se enteraron de que es gay. Insultos, humillaciones y hasta golpes son su pan de cada día, y encima tampoco puede tener respiro en casa porque su padre enfurece a la mínima provocación. Óscar no lo entiende: ¿qué ha hecho él para merecer tanto dolor, tanto sufrimiento? Él no ha elegido ser gay, simplemente lo es. Solo es un chico que quiere importarle a alguien y vivir tranquilo, no cree que sea tanto pedir. 

El Fuego en el que Ardo es el debut como escritor de Mike Lightwood, traductor, blogger y booktuber que si no me equivoco tiene un gran seguimiento en las redes. Mike explica en la introducción que quería plasmar una realidad que ha vivido muy de cerca, no tanto en primera persona, sino más bien a través de otros chicos que ha conocido y que han sufrido una experiencia similar a la de Óscar. Lo primero que quiero decir es que me parece una intención muy buena y muy noble, porque desgraciadamente el acoso escolar sigue estando muy presente en nuestros institutos, con chicos que solo por ser percibidos como diferentes se ganan el rechazo y maltrato de sus compañeros solo porque aparentemente son el blanco fácil, y que por mucho que les digan que es temporal y que el instituto tarde o temprano se acaba, son incapaces de encontrar consuelo. Y es que cuando miras hacia delante, hacia el futuro, y lo único que ves es más de lo mismo, dolor y poco más, llega un momento en el que levantarte de la cama y pensar en afrontar una nueva semana, un nuevo día, se hace totalmente insoportable. Por eso muchos recurren a hacerse daño como Óscar, y tantos otros deciden quitarse la vida. Yo no le desearía una depresión ni a mi peor enemigo.

El libro trata tres temas difíciles como son el mencionado acoso escolar, el trastorno que causa en Óscar que le lleva a autolesionarse y la violencia doméstica por parte de su padre. Aunque esta novela te la venden como que afronta estos aspectos sin tapujos, de una forma realista y diferente, la verdad es que no muestra nada que no se haya visto antes en Glee o cualquier otra serie juvenil. En lo que toca al acoso escolar, no encontramos nada que no esperemos, encima, cómo no, el bully en realidad es un homosexual reprimido que paga sus frustraciones con el pobre chico que no tiene culpa de nada. Lo de los cortes y la depresión me interesa más, ya que es una enfermedad por desgracia muy estigmatizada y menospreciada solo porque "no se ve" y porque "en realidad no tienes motivos para estar deprimido, hay gente que está mucho peor que tú". No es inusual que personas con depresión recurran a la autolesión como mecanismo de defensa: no solo sustituyen el dolor psicológico por el físico, que es más soportable, sino que es una manera de sentir que en esos momentos consiguen recuperar el control de su vida, porque es preferible que nos hagamos daño nosotros a que nos lo hagan los demás. La pena es que podría haber dado mucho más juego del que da, porque en su mayor parte todas las escenas se describen igual (la cuchilla que le roza el muslo a través de la tela del pantalón, el líquido rojo que se desliza por el brazo o la pierna y se mezcla con el agua...) y luego se "cura" demasiado rápido.

Ahora, el tema del maltrato en casa. Además de que creo que ya es meter más drama porque sí, y de que la figura del padre no podría ser más estereotipada, está llevado de una forma realmente confusa. Porque cuando estás leyendo este libro no hay ninguna duda de que el padre de Óscar es un maltratador: le pega frecuentes bofetones a la madre y al propio Óscar, y la hermana mayor de este se fue de casa porque no lo aguantaba más. En Nochevieja, Óscar queda tan turbado después de una de estas escenas de violencia doméstica que vuelve a caer en sus hábitos nocivos. Incluso hay un flashback en el que específicamente se nos enseña que Óscar, cuando tenía siete años, fue testigo de estos golpes y que desde entonces supo que su familia no era como las demás. Entonces no le encuentro ningún sentido a que después del gran momento en el que su padre se entera de que su hijo es gay y los golpee una vez más a él y a la madre, Óscar le pregunte a ella:
-No es la primera vez, ¿verdad?
¿Perdón?

Y en la misma conversación:
-Mira, Óscar, sé que tienen mala pinta, pero no es para tanto. No me maltrata. Es solo que a veces...
-¿Que a veces se le va un poco la mano? -adivino, y ella asiente con la cabeza.
¿Adivinas? Si tú mismo has visto como tu padre la ha golpeado múltiples veces. Me parece un poco chocante que la actitud de Óscar y del autor sea de "márchate de casa antes de que te haga daño de verdad" como si el hecho de cruzarle la cara día sí y día también, anularla y humillarla completamente, chantajearla emocionalmente para que no se vaya y vejar a sus hijos no sea "daño de verdad". 

Más allá de eso está la historia de amor entre Óscar y Sergio, un chico gay de ciudad que tiene una actitud totalmente diferente y que ayuda al primero a aceptarse a sí mismo y a ganar seguridad. Tira un poco por la vertiente del "truluv soluciona todos tus problemas", pero bueno. Es un romance normalito, también dentro de lo esperado. Los personajes son todos un tanto planos, salvando tal vez a Darío, al que tampoco vemos mucho porque tiene su propio libro, y Fer.

El libro está narrado en primera persona del presente, excepto en los flashbacks que están en pasado. Lightwood utiliza un recurso narrativo muy propio de Stephen King que es el de poner pensamientos entre paréntesis en mitad del párrafo, cortando la frase. Se supone que son como los pensamientos más profundos de Óscar, lo que apenas sí se admite a sí mismo, pero en su mayoría no son necesarios y resulta un poco tedioso. Además en algunos casos pone entre paréntesis cosas que dos o tres líneas después aparecen en una frase normal, así podrían no estar perfectamente.

También me gustaría reiterar el tema de la repetición de palabras. Soy muy pesada con esto, lo sé, así que soy consciente de que quejándome de esto soy yo la que me estoy repitiendo, pero es algo muy importante porque un vocabulario variado ayuda a hacer que la lectura sea más fluida. Es muy fácil caer en el vicio de poner las mismas palabras una y otra vez, incluso después de repasarte lo que has escrito una o dos veces se te pasan, pero por eso existe la figura del editor, porque unos ojos frescos ven detalles de los que tú no te das cuenta y que podrían ser perfectamente evitables.

Un ejemplo:
La redacción. Con todo lo que me ha pasado estos días, se me había olvidado completamente. Me encojo en mi asiento y observo a mis compañeros, que se levantan todos para dejar las redacciones sobre su escritorio. Soy el único que no lo hace. Darío me lanza un vistazo al volver a su asiento, pero enseguida aparta la mirada. Me encojo en mi asiento.
Lo mismo pasa con ciertas expresiones, me parece que en todo el libro no hay ni un solo sinónimo para "asentir con la cabeza" o "poner los ojos en blanco". Pero bueno, es su primera novela, estas cosas mejoran con el tiempo.

El Fuego en el que Ardo es una novela juvenil/adolescente en todos sus sentidos. La inclusión de los whatsapps, las ilustraciones en algunas páginas, los fragmentos de canciones al principio de cada capítulo (de artistas tipo Lady Gaga, Demi Lovato, Taylor Swift, canciones de Eurovisión... me hizo ilusión ver a The Smiths pero luego vi que es la canción de Embrujadas, y mira que tienen letras que reflejan la depresión como nadie) y sin olvidarnos de las obligatorias referencias a obras y autores de literatura juvenil como John Green, Crepúsculo o Las Ventajas de ser un Marginado (que imagino que debe ser uno de los libros favoritos del autor). 

Supongo que este libro lo disfrutarán aquellos que puedan sentirse identificados con el protagonista, porque destila un mensaje de esperanza y básicamente anima a no rendirse, que al final lo malo pasa. Si chavales de esa edad se han sentido reconfortados leyendo esta historia, entonces celebro su existencia. Para los que no somos su público objetivo, me temo que no aporta mucho y que hay otros libros de temática similar que están mejor llevados.

Nota: 4'5

miércoles, agosto 23, 2017

Calendar Girl #2

En la segunda entrega de la tetralogía Calendar Girl Mia sigue con sus aventuras como escort en tres nuevos estados y con tres nuevos hombres, decidida a experimentar nuevas sensaciones y a descubrir todavía más qué quiere hacer con su vida una vez este año llegue a su fin y haya reunido el dinero necesario para pagar la deuda de su padre.

En abril Mia viaja hasta Boston, contratada por un famoso  y atractivo jugador de béisbol, Mason Murphy. La joven promesa de los Red Sox tiene imagen de chico malo y necesita a Mia para que se haga pasar por su novia estable y demostrar que sus días de mujeriego empedernido han quedado atrás. Mason es malhablado, socarrón y no trata demasiado bien a las mujeres, aunque Mia pronto se da cuenta de que no es más que una fachada y que, además, está perdidamente enamorado de su publicista, Rachel.

En mayo nuestra escort es contratada por un famoso fotógrafo para participar en una campaña de bañadores con modelos de tallas grandes (que no panda el cúnico, ella es la más delgada). Y su destino no podría ser más de ensueño: ¡Hawái! Entre toma y toma, Mia pasará un mes de miedo junto a uno de sus compañeros modelos, Tai, un hombre samoano de gran tamaño (en todo) que le enseñará un montón de placeres que Mia pensaba que era imposible experimentar.

Y en junio Mia se irá a Washington para ser la acompañante de un adinerado senador sexagenario que necesita a una mujer florero de su brazo para avanzar en una serie de negocios humanitarios en los que está muy involucrado. El único interés que tiene Mia en su cliente es el de hacerle admitir lo mucho que quiere a su ama de llaves, pero por suerte (o por desgracia) para Mia, el hijo de su cliente es un senador joven e increíblemente sexy que parece que le ha echado el ojo.

Este segundo libro sigue en línea con el primero, es decir, mucho sexo y poquita trama. Sí que valoro que haya un poco más de variedad, ya que Mia ya no solo se acuesta con sus clientes y sus intentos de hacer de celestina con los hombres que conocen tienen su gracia. 

Como ya me pasó con el primero, las escenas de cama se me hacen aburridas, porque son más de lo mismo. Además el lenguaje me tira mucho para atrás, por ejemplo cuando está con Tai, este utiliza símiles en plan "tu flor está madura" y luego los mezcla con lenguaje absolutamente soez que no pega nada; o una cosa o la otra, pero mezclar queda fatal. Creo que podría encontrar un término medio que fuera un poco más sexy, o tal vez soy yo que el lenguaje tan bruto no me acaba de convencer. Me pasa lo mismo cuando Mia habla con su amiga, que se llaman zorra y putón y cosas así, y no sé, yo no soy la clase de persona que llama así a sus amigos.

 Y Mia, hija, no sé cómo lo haces que empapas todas tus bragas, qué incómoda debe ir esta muchacha siempre.

De las tres historias me quedo con la segunda, porque Tai es majo y porque en cuanto la acción se ubica en Hawái ya me tienen ganada. Además aquí la autora saca un poco de partido al estado y Mia al menos visita un poco la isla en vez de pasarse todo el rato chuscando. La primera es un poco meh y la tercera tenía potencial porque por una vez se muestra que trabajar de escort entraña su peligro por las expectativas que se forman los hombres para los que trabajas, pero todo se resuelve de una forma muy cliché y además me pareció horrible que después de lo primero que le pasa con Aaron ella diga que disfruta siendo admirada por él. Sis.

Aunque el libro se hace entretenido porque la verdad es que lee rápido (y no me ha entrado mal porque estos días tengo mucho agobio en el trabajo y necesito algo que sea para encefalogramas planos), se hace sumamente repetitivo, incluso más que el primero. La trama romántica con Wes es supercansina, y Mia está dando vueltas una y otra vez a lo mismo, que si es posible un futuro con Wes, que si sobrevivirá su relación con Wes al año, que si Wes tiene un pedazo de su corazón, que si qué cabrón es Wes que se está acostando con otra cuando ella hace lo mismo. ¡Plomo! No me creo que esté tan enamorada cuando cada vez que se le planta un tío bueno delante lo único en lo que piensa es en tirárselo. La verdad, no veo a esta chica en una relación monógama, al menos no con ese tío.

Otro problema que tengo con estos libros es que me cuesta ver la conexión que forma Mia con sus clientes y gente que va conociendo, mucho menos con los que se acuesta, porque o prácticamente tienen sexo y ya, o se pasan el día hablando de eso. 

Y luego está la maldita necesidad de aclararlo todo innecesariamente. Entiendo que algunas cosas las vaya repitiendo porque originalmente esto se publicó en historias que iban de mes a mes, así que está bien refrescar quiénes son Tony y Héctor, por ejemplo, por si alguien lee alguno suelto. Pero cosas como estas me ponen muy nerviosa:

Estamos en junio. Sabemos que su cliente, Warren Shipley, tiene más de sesenta años. Estamos en el mes del susodicho. Pues en una conversación con su tía, mientras hablan de su siguiente cliente (que oye, vuelve a estar buenísimo, que suerte la de Mia), Millie dice:

-¿Me perdonas por haberte mandado a casa del vejestorio?

Uy, me pregunto de quién está hablando, teniendo en cuenta que Mia está viviendo con su cliente que, como ya nos ha quedado claro, es un hombre mayor. Pues justo después de esto la autora dice:

"Se refería a Warren, mi cliente de sesenta y cinco años"

¡Ah, menos mal! Estaba ya confusa pensando en qué otro vejestorio había contratado los servicios de Mia últimamente. 

En serio, me irrita que se trate al lector de imbécil.

Además de todo esto la continuidad necesita un buen repaso porque Mia dice que había estado una vez en Nueva York, con el jugador de béisbol, y que tenía muchas ganas de volver, y unas páginas después dice "Nueva York era todo lo que siempre había soñado, incluso más". ¡Pero si ya has estado! O cuando está en Hawái dice que se pasa la noche bailando y que los hombres miran sus movimientos provocativos embelesados, sin embargo cuando le surge la oportunidad de participar en un videoclip de repente no sabe bailar. Y lo peor de todo, en el primer libro Mia dice que no soporta el olor del whisky, porque le trae muy malos recuerdos de su padre, le pide a Wes que no lo beba, incluso, y en este lo bebe tan alegremente que se pega unas cogorzas de campeonato. Que no es un detalle menor precisamente.

La verdad es que me estoy replanteando el acabar la saga o no. Supongo que sí lo haré porque ya me he leído la mitad, pero es tan repetitivo que no sé ni para qué me molesto.

Nota: 4