miércoles, agosto 23, 2017

Calendar Girl #2

En la segunda entrega de la tetralogía Calendar Girl Mia sigue con sus aventuras como escort en tres nuevos estados y con tres nuevos hombres, decidida a experimentar nuevas sensaciones y a descubrir todavía más qué quiere hacer con su vida una vez este año llegue a su fin y haya reunido el dinero necesario para pagar la deuda de su padre.

En abril Mia viaja hasta Boston, contratada por un famoso  y atractivo jugador de béisbol, Mason Murphy. La joven promesa de los Red Sox tiene imagen de chico malo y necesita a Mia para que se haga pasar por su novia estable y demostrar que sus días de mujeriego empedernido han quedado atrás. Mason es malhablado, socarrón y no trata demasiado bien a las mujeres, aunque Mia pronto se da cuenta de que no es más que una fachada y que, además, está perdidamente enamorado de su publicista, Rachel.

En mayo nuestra escort es contratada por un famoso fotógrafo para participar en una campaña de bañadores con modelos de tallas grandes (que no panda el cúnico, ella es la más delgada). Y su destino no podría ser más de ensueño: ¡Hawái! Entre toma y toma, Mia pasará un mes de miedo junto a uno de sus compañeros modelos, Tai, un hombre samoano de gran tamaño (en todo) que le enseñará un montón de placeres que Mia pensaba que era imposible experimentar.

Y en junio Mia se irá a Washington para ser la acompañante de un adinerado senador sexagenario que necesita a una mujer florero de su brazo para avanzar en una serie de negocios humanitarios en los que está muy involucrado. El único interés que tiene Mia en su cliente es el de hacerle admitir lo mucho que quiere a su ama de llaves, pero por suerte (o por desgracia) para Mia, el hijo de su cliente es un senador joven e increíblemente sexy que parece que le ha echado el ojo.

Este segundo libro sigue en línea con el primero, es decir, mucho sexo y poquita trama. Sí que valoro que haya un poco más de variedad, ya que Mia ya no solo se acuesta con sus clientes y sus intentos de hacer de celestina con los hombres que conocen tienen su gracia. 

Como ya me pasó con el primero, las escenas de cama se me hacen aburridas, porque son más de lo mismo. Además el lenguaje me tira mucho para atrás, por ejemplo cuando está con Tai, este utiliza símiles en plan "tu flor está madura" y luego los mezcla con lenguaje absolutamente soez que no pega nada; o una cosa o la otra, pero mezclar queda fatal. Creo que podría encontrar un término medio que fuera un poco más sexy, o tal vez soy yo que el lenguaje tan bruto no me acaba de convencer. Me pasa lo mismo cuando Mia habla con su amiga, que se llaman zorra y putón y cosas así, y no sé, yo no soy la clase de persona que llama así a sus amigos.

 Y Mia, hija, no sé cómo lo haces que empapas todas tus bragas, qué incómoda debe ir esta muchacha siempre.

De las tres historias me quedo con la segunda, porque Tai es majo y porque en cuanto la acción se ubica en Hawái ya me tienen ganada. Además aquí la autora saca un poco de partido al estado y Mia al menos visita un poco la isla en vez de pasarse todo el rato chuscando. La primera es un poco meh y la tercera tenía potencial porque por una vez se muestra que trabajar de escort entraña su peligro por las expectativas que se forman los hombres para los que trabajas, pero todo se resuelve de una forma muy cliché y además me pareció horrible que después de lo primero que le pasa con Aaron ella diga que disfruta siendo admirada por él. Sis.

Aunque el libro se hace entretenido porque la verdad es que lee rápido (y no me ha entrado mal porque estos días tengo mucho agobio en el trabajo y necesito algo que sea para encefalogramas planos), se hace sumamente repetitivo, incluso más que el primero. La trama romántica con Wes es supercansina, y Mia está dando vueltas una y otra vez a lo mismo, que si es posible un futuro con Wes, que si sobrevivirá su relación con Wes al año, que si Wes tiene un pedazo de su corazón, que si qué cabrón es Wes que se está acostando con otra cuando ella hace lo mismo. ¡Plomo! No me creo que esté tan enamorada cuando cada vez que se le planta un tío bueno delante lo único en lo que piensa es en tirárselo. La verdad, no veo a esta chica en una relación monógama, al menos no con ese tío.

Otro problema que tengo con estos libros es que me cuesta ver la conexión que forma Mia con sus clientes y gente que va conociendo, mucho menos con los que se acuesta, porque o prácticamente tienen sexo y ya, o se pasan el día hablando de eso. 

Y luego está la maldita necesidad de aclararlo todo innecesariamente. Entiendo que algunas cosas las vaya repitiendo porque originalmente esto se publicó en historias que iban de mes a mes, así que está bien refrescar quiénes son Tony y Héctor, por ejemplo, por si alguien lee alguno suelto. Pero cosas como estas me ponen muy nerviosa:

Estamos en junio. Sabemos que su cliente, Warren Shipley, tiene más de sesenta años. Estamos en el mes del susodicho. Pues en una conversación con su tía, mientras hablan de su siguiente cliente (que oye, vuelve a estar buenísimo, que suerte la de Mia), Millie dice:

-¿Me perdonas por haberte mandado a casa del vejestorio?

Uy, me pregunto de quién está hablando, teniendo en cuenta que Mia está viviendo con su cliente que, como ya nos ha quedado claro, es un hombre mayor. Pues justo después de esto la autora dice:

"Se refería a Warren, mi cliente de sesenta y cinco años"

¡Ah, menos mal! Estaba ya confusa pensando en qué otro vejestorio había contratado los servicios de Mia últimamente. 

En serio, me irrita que se trate al lector de imbécil.

Además de todo esto la continuidad necesita un buen repaso porque Mia dice que había estado una vez en Nueva York, con el jugador de béisbol, y que tenía muchas ganas de volver, y unas páginas después dice "Nueva York era todo lo que siempre había soñado, incluso más". ¡Pero si ya has estado! O cuando está en Hawái dice que se pasa la noche bailando y que los hombres miran sus movimientos provocativos embelesados, sin embargo cuando le surge la oportunidad de participar en un videoclip de repente no sabe bailar. Y lo peor de todo, en el primer libro Mia dice que no soporta el olor del whisky, porque le trae muy malos recuerdos de su padre, le pide a Wes que no lo beba, incluso, y en este lo bebe tan alegremente que se pega unas cogorzas de campeonato. Que no es un detalle menor precisamente.

La verdad es que me estoy replanteando el acabar la saga o no. Supongo que sí lo haré porque ya me he leído la mitad, pero es tan repetitivo que no sé ni para qué me molesto.

Nota: 4


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